¡ALBRICIAS!
¡Albricias, albricias! Al fin un obispo de Bilbao, Monseñor Mario Iceta, ha recordado a los fieles de su sede que la paz empieza por la desaparición de ETA; Les ha dicho que matar no es el camino y que los etarras no son las víctimas sino los asesinos. ¡Ya era hora! La actitud del señor obispo me reconcilia con la iglesia vasca. Bienvenidas sean sus palabras, monseñor.
Cuando yo era jovencito, adolescente, decía, más con ánimo de escandalizar a mi madre que por convicción, que cuando me muriese preferiría ir al infierno antes que al Cielo porque consideraba que en los avernos habría más ambiente y diversión. Después, ya adulto y en vista de las posiciones político-religiosas de algunos mandatarios de la Iglesia en la tierra vasca, decidí elegir el Cielo como última morada, convencido, entonces y ahora, de que el infierno iba a estar plagado de obispos vascos y, por tanto, iba a ser muy aburrido. Monseñor Iceta, como digo, me reconcilia con parte de esa iglesia y me reconforta. Pero sigo queriendo el Cielo.
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