De Mujeres II
Me explico
Aunque en mi vida pasada se me haya calificado injustísimamente de machista, nada hay más lejos de la verdad. No puede ser eso quien ha amado tanto y por tantas ha sido amado. Ante la mujer, entonces, no cabe otra actitud que la reverencia, el respeto, la admiración profunda, el agradecimiento, en suma, por haber recibido el ser, en primer lugar, la ternura, la emoción de los encuentros amorosos, la paciencia; incluso los desencuentros, las pequeñas y a veces feas hosquedades, que siempre enseñan algo. En fin, el Creador nos la dio por compañera y para nuestro mutuo solaz.
Pero, como decía en el artículo anterior, la sociedad esencialmente patriarcal que ha perdurado durante siglos, ha sido injusta con muchas mujeres al relegarlas a una posición de inferioridad bajo el hombre en aspectos intelectuales, artísticos, profesionales, etc. de manera claramente injusta e indecorosamente tergiversada. Quiero decir que muchas de esas mujeres a las que se ha negado protagonismo e importancia, hubieran debido estar por delante de los hombres por su propia valía.
Ejemplos
¿Cuánto tiempo pasó desde la fundación de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) hasta que ingresó la primera mujer como miembro de número?
Pues, desde 1714 en que se aprueba la formación de la Academia, hasta 1979, año en el que ingresa la poeta doña Carmen Conde, pasaron DOSCIENTOS SESENTA Y CINCO AÑITOS. Poca cosa. Y es que los varones "inmortales", consideraban que la Academia, como en el anuncio de un brandy, era cosa de hombres. ¡Qué bien! Entre tanto, unos cuantos talentazos femeninos se quedaron, no a las puertas, sino en los lejanos extramuros de la "Docta Casa".
Veamos:
Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda
Nacida en Camagüey (Cuba) en 1814, poeta y autora de teatro, fue difamada y envidiada, ni más ni menos que por dos literatos de la época: José Martí, adalid de la independencia cubana; que cultivaba "rosas en junio como en enero". El otro, Bretón de los Herreros, se moría de pelusa por los éxitos de doña Gertrudis; también Martínez de Villergas, dedicó algún exabrupto de mal estilo a esta gran dama (Véase el cuadro, precioso, de Federico de Madrazo). Las calles de Madrid contra la Gómez de Avellaneda ¡Qué se le va a hacer! Ahí quedaron sus obras:"Alfonso Munio", "Saúl","La hoja de las flores", etc. No quisieron que fuera académica.
Emilia Pardo Bazán
condesa de Pardo Bazán
Esta imponente matrona, de excelso busto, nacida en La Coruña en 1852, fue una auténtica adelantada de su tiempo que provocó verdadero escándalo con la publicación de su obra "La cuestión palpitante", en la que abordaba el naturalismo. Naturalmente, el personal se rasgó las vestiduras hasta el punto de quedarse en cueros vivos, digo yo. Tanto fue el jaleo en torno a ese libro que, Clarín, autor del prólogo, se desdijo por haberlo escrito y eso que fue un valentón toda su vida. "Los pazos de Ulloa", "La madre naturaleza", "Piedra angular", casi nada, fueron obritas que salieron de su ingenio. Casada a los 17 años con José Quiroga, éste le pidió que dejara de escribir. Claro, lo que dejó fue el marido. A partir de entonces, la mujer, por entretenerse, se dedicó a su literatura y a los hombres más liberales que su primer partenaire: Benito Pérez Galdós, Vicente Blasco Ibáñez, uno de los hermanos, Goncourt, Lázaro Galdiano, Narcís Oller. Académica no llegó a ser pero se lo pasó en grande, la tía.
Concha Espina
Esta escritora santanderina, nacida en 1869, fue presentada como candidata al premio Nobel de Literatura por tres veces, en los años 1926, 1927 y 1928. Pues parece que no tenía méritos suficientes para ingresar en la Academia. Suegra del gran guitarrista clásico Regino Sáinz de la Maza, abuela de la actriz Carmen de la Maza y del genial creativo publicitario Jaime Sáinz de la Maza (compañero mío de colegio en nuestra más tierna infancia y luego en la profesión publicitaria), madre del periodista Victor de la Serna, tronco de artistas de diferentes ramas. Vivió en una mágica aldea cántabra: Mazcuerras, donde casó y convivió con el escritor Ramón de la Serna. Mazcuerras se convierte en Luzmela en su novela "La niña de Luzmela"; por los años cuarenta y tantos del pasado siglo, consiguió del general Franco, que Mazcuerras se llamara Luzmela. Eso era poderío y lo demás chorradas. Pues ni por esas dejaron a doña Concha entrar en la Academia.
(continuará)
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