Mis niñas
Contemplo, en la soledad de entre los pinos mientras escucho canciones de "toda la vida" - esta es la auténtica magia de la informática - la fotografía reciente de mi hija Cuchi, cuarenta y pico bellísimos años, en la que la flor de detrás palidece,
aunque la foto enseña lo contrario - otro misterio de la informática; pues Cuchi tiene una hija, mi nieta Valle, que está creciendo lo mismito que su madre, hace como ella los gestos, los andares, las expresiones y hasta los cabreos.
Tiene las piernas largas y camina como si tuviera muelles en los piés: ¡Idéntica a su madre!
Cuchi fue, desde muy pequeñita, de carácter independiente, iba a lo suyo y no se dejaba arrastrar por los otros hermanos mayores que ella y que pretendían utilizarla como un juguete. ¡Quiá! Les atizaba un resoplido y les ponía en su sitio. Nunca había que hacerle la menor indicación en los estudios; ella solita cumplía sus obligaciones, hacía sus deberes y se empollaba las lecciones. A los diecinueve años marchó a Inglaterra para tratar de mejorar esa lengua de herejes protestantes y acabó por licenciarse en la cosa. De eso vive y con eso está sacando a su hija adelante, ella sola, con la mínima ayuda del que fue su partenaire once años, en los que vivió el tío a la sopa boba. ¡Los hay que se lo montan la mar de bien!
La mayor de mis niñas es Paloma, de difícil localización. Nunca contesta al teléfono ni devuelve las llamadas jamás, pero es una de mis niñas, la primera que vino, la que se asustaba a sí misma poniéndose un trapo encima: "¡¡¡Melfegooorrr!!!", el fantasma de la ópera, o sea, Belfegor, la que cantaba por Víctor Manuel, el del abuelo picador en la mina, aquello de paxairiños; lo hacía con una afición y un sentimiento que hasta parecía que entonaba porque la letra sí se la sabía pero la melodía... digamos que era otra cosa. Esta es Paloma:
Guapa ¿eh? Es una trabajadora incansable; también ésta ha tirado del carro como una leona, a pesar de unos cuantos problemas de salud. La veo poco porque ha sido algo nómada y vive lejos; tampoco es que me haga demasiado caso pero es mi hija y la quiero. Tiene dos hijos, mis nietos Carlos y Julián, de quince y catorce años. Ya van siendo viejos.
María nació doce años después que Cuchi. Era una gordita que iba haciendo gestos a la gente por las calles y quedándose con todo el personal; a partir de ella empecé a no ser yo: fuí "el padre de María", así de famosa era en el barrio.
María es una flamencona en toda la extensión de la palabra: adora el cante y el baile, entiende bastante aunque no tanto como yo, aunque diga lo contrario. Porque, no es por nada, yo soy un auténtico erudito en la materia. Además, como este blog es mío, digo lo que me da la gana.
María es valiente, tiene empuje y fuerte personalidad. Suele conseguir lo que quiere, como por ejemplo, su chico dice que cuando tengan hijos les quiere poner nombres clásicos: Segundo, Evaristo y cosas así - yo no sé de donde se saca que sean nombres clásicos. Pues María ha puesto Evaristo a su perro. Bonita manera de evitarle esa faena a la supuesta criatura. Tiene genio, María, pero se le perdona y además se la quiere un montón.
Luego, está Carolina o Carol, de la que ya he hablado en otro artículo anterior. Carolina me ha venido incorporada con Mercedes, mi tercera esposa, bastón de mi vejez y amor de otoño-invierno.
También tengo dos niños: Nacho y Jaime pero hoy la cosa va de niñas así que otra vez hablaré de ellos. Bueno os voy a poner una foto de los chicos:
Yo soy el del centro: Nacho a mi derecha y el más alto Jaime.
Hasta otro día.
1 comentario:
JAJAJAJAJ!!No sé de dónde te sacas que yo tengo genio!!Jajajajaj....y ni de coña sabes más de flamenco que yo!Jajajaj....Gracias por dedicarnos este texto, es muy bonito....El de después me gusta menos, pero bueno, cada uno piensa como quiere...Para que veas que te leo aunque a veces escribas cosas que me cabrean!Jajajaj
Yo tb te quiero papá!
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