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Señor con sombrero, agradecido a la vida pese a todo lo que le ha tocado vivir. Otra vez solito en la vida ¡Viva Mercedes! ¡Viva Yo! ¡Viva Bimbo, mi fiel amigo! ¡Viva España!.

jueves, 19 de abril de 2012

EL REY Y LA ZORRA

Este título que parece el de una fábula de Iriarte o Samaniego tiene su razón  de ser: corresponde a dos temas de palpitante actualidad.

El Rey

¡Vaya ejemplo! Su Majestad ha pedido perdón por su viaje a Botsuana a la salida del hospital en el que le han implantado una prótesis de cadera. Un resbalón cualquiera da en la vida y me refiero al físico, culpable de la rotura ósea; porque todavía no comprendo el lío que han formado los republicanos de mierda a cuenta del viaje del Rey y la caza del puñetero elefante. Parece que en ese sitio hay que hacerse hueco para andar por la selva o sabana o lo que sea, de la cantidad de paquidermos que van sueltos por allá.

 Pues resulta que Su Majestad ha sido invitado por un señor, Mohamed Eyad Kayali, mano derecha del príncipe Salman, de la Arabia Saudí, que es el que tiene la llave de los contratos públicos de ese país y don Juan Carlos I se ha dignado acudir a esa cita para facilitar a España, que es nuestro país, el de todos, necios de la izquierda, la contratación del proyecto de trenes de alta velocidad La Meca-Medina y vuelta y alguna otra cosilla, sin importancia, como el abaratamiento de los derivados de petróleo y cositas así. Pues nuestro Rey lo ha conseguido y por ello ha tenido que humillarse y pedir perdón a todos esos gilipollas que le han atacado con furor en estos días. 

Y ahora yo le diría al imbécil numero dos del PSOE - el nº 1 ya se ha ido gracias a las urnas - ese tal Tomás nosequé, auténtico tonto de las trompetas, que abdique él y se vaya a su casa después de devolver la pasta gansa que ha mangado a Parla.

La Zorra

Mucho morro tiene la zorra esa de la Argentina. Morro de silicona y morro que se lo pisa, mangante o manganta, que se queda con lo de los demás. Y a esta tía marrana, más cursi que el arroz  leche - con el retratito detrás de la otra cursilísima, Evita Duarte, antigua cortesana - le diría que cierre los piños de una vez y deje de maltratar a sus compatriotas con esa palabrería demagógica e insulsa.

Y ya no le dedico ni una frase más. 


miércoles, 18 de abril de 2012

Mis niñas

Contemplo, en la soledad de entre los pinos mientras escucho canciones de "toda la vida" - esta es la auténtica magia de la informática - la fotografía reciente de mi hija Cuchi, cuarenta y pico bellísimos años, en la que la flor de detrás palidece,


aunque la foto enseña lo contrario - otro misterio de la informática; pues Cuchi tiene una hija, mi nieta Valle, que está creciendo lo mismito que su madre, hace como ella los gestos, los andares, las expresiones y hasta los cabreos.


Tiene las piernas largas y camina como si tuviera muelles en los piés: ¡Idéntica a su madre!

Cuchi fue, desde muy pequeñita, de carácter independiente, iba a lo suyo y no se dejaba arrastrar por los otros hermanos mayores que ella y que pretendían utilizarla como un juguete. ¡Quiá! Les atizaba un resoplido y les ponía en su sitio. Nunca había que hacerle la menor indicación en los estudios; ella solita cumplía sus obligaciones, hacía sus deberes y se empollaba las lecciones. A los diecinueve años marchó a Inglaterra para tratar de mejorar esa lengua de herejes protestantes y acabó por licenciarse en la cosa. De eso vive y con eso está sacando a su hija adelante, ella sola, con la mínima ayuda del que fue su partenaire once años, en los que vivió el tío a la sopa boba. ¡Los hay que se lo montan la mar de bien! 

La mayor de mis niñas es Paloma, de difícil localización. Nunca contesta al teléfono ni devuelve las llamadas jamás, pero es una de mis niñas, la primera que vino, la que se asustaba a sí misma poniéndose un trapo encima: "¡¡¡Melfegooorrr!!!", el fantasma de la ópera, o sea, Belfegor, la que cantaba por Víctor Manuel, el del abuelo picador en la mina, aquello de paxairiños; lo hacía con una afición y un sentimiento que hasta parecía que entonaba porque la letra sí se la sabía pero la melodía... digamos que era otra cosa. Esta es Paloma:


Guapa ¿eh? Es una trabajadora incansable; también ésta ha tirado del carro como una leona, a pesar de unos cuantos problemas de salud. La veo poco porque ha sido algo nómada y vive lejos; tampoco es que me haga demasiado caso  pero es mi hija y la quiero. Tiene dos hijos, mis nietos Carlos y Julián, de quince y catorce años. Ya van siendo viejos.

María nació doce años después que Cuchi. Era una gordita que iba haciendo gestos a la gente por las calles y quedándose con todo el personal; a partir de ella empecé a no ser yo: fuí "el padre de María", así de famosa era en el barrio.

María es una flamencona en toda la extensión de la palabra: adora el cante y el baile, entiende bastante aunque no tanto como yo, aunque diga lo contrario. Porque, no es por nada, yo soy un auténtico erudito en la materia. Además, como este blog es mío, digo lo que me da la gana.


María es valiente, tiene empuje y fuerte personalidad. Suele conseguir lo que quiere, como por ejemplo, su chico dice que cuando tengan hijos les quiere poner nombres clásicos: Segundo, Evaristo y cosas así - yo no sé de donde se saca que sean nombres clásicos. Pues María ha puesto Evaristo a su perro. Bonita manera de evitarle esa faena a la supuesta criatura. Tiene genio, María, pero se le perdona y además se la quiere un montón.

Luego, está Carolina o Carol, de la que ya he hablado en otro artículo anterior. Carolina me ha venido incorporada con Mercedes, mi tercera esposa, bastón de mi vejez y amor de otoño-invierno.



También tengo dos niños: Nacho y Jaime pero hoy la cosa va de niñas así que otra vez hablaré de ellos. Bueno os voy a poner una foto de los chicos:


Yo soy el del centro: Nacho a mi derecha y el más alto Jaime.

Hasta otro día.















sábado, 14 de abril de 2012

ALFREDO

  El pasado día 11 de abril de 2012, mi amigo del alma, Alfredo Rodríguez Freyre, moría en el hospital de Aranjuez, a los 88 años.


  
  Alfredo fue el más joven de los amigos de mi padre y uno de los más mayores de mis amigos; en cualquier caso, era tan próximo a todos nosotros, los Larroca, que podemos considerarle como un miembro más de nuestra familia, a la que en grado tercero o cuarto, realmente pertenecía por la rama de los Ortiz de Zárate. En todo caso éramos muy íntimos amigos.

  Durante años Alfredo se acercaba a la puerta de la tienda de Juan José Recas, enfrente de su casa, donde mi padre se sentaba y allí mantenían la tertulia. La táctica de Alfredo era tirar de la lengua a mi padre con el socorrido tema dinástico de la monarquía. Julián Larroca, o sea mi padre, era juanista de don Juan III y Alfredo había decidido ser carlista después de haber leído a Valle Inclán; es decir Alfredo fue carlista por pura estética literaria, lo que denota claramente su buen gusto. Mantenían atávicas discusiones a sabiendas de que todo aquello era broma, pero se entretuvieron y divirtieron así unos cuantos años y cimentaron una entrañable y profunda amistad. Y yo, querido Alfredo, te agradecí muchísimo aquella deferencia que tuviste con mi padre. Después, en octubre de 1972, a los 68 años, Julián murió y, naturalmente, vino a parar a esta tierra nuestra tan amada de Chinchón; y allí estabas tú, a la puerta de nuestro cementerio, para portar, hombro con hombro a nosotros, el féretro de Papá y comprendí, entonces, que eras mucho más que nuestro amigo y decidí en mi interior adoptarte como hermano mayor y así te pensé el resto de tu vida. Por eso quise despedirme de tí y besar tu frente y hacerte la señal de la Cruz en ella, en recuerdo también del nombre de tu Granja: "La + del Portugués", donde tantas veces charlamos. 

El día 11 de abril, festividad de San Estanislao, partiste a reencontrar a tu amigo Julián y  otros cuantos que te han precedido. Y, como dijo Luis Lezama, habrás montado tu tertulia con todos ellos y estarás recitando versos con tu tan bien impostada voz:

..."Y tú, Chinchón de Castilla,
no dormirás en mi olvido"... 

Hasta siempre, hermano.


 



jueves, 5 de abril de 2012

MINGOTE


Querido Antonio:


Anteayer, al atardecer lluvioso, fuí a despedirme de tí en los Jardines de Cecilio Rodríguez, en El Retiro, de donde tú eres Alcalde honorario. La tarde lloraba.

Fuí a saludar a tu mujer, Isabel, y a Carlos tu hijo y también a recordar cuando hace muchos años ya, por los sesenta del siglo pasado, te conocí gracias a Carlos Clarimón mi amigo y tuyo del alma. Carlos, otro caballero aragonés que bien podría confundirse contigo, trabajaba en el grupo Movierecord como director general de Movierecord Cine y yo era relaciones públicas allí, a las órdenes de Jaime Borrell, que me enseñó todo lo que sé de esa complicada labor.

Comimos los cuatro juntos en el comedor de Jo Linten y charlamos de lo divino y lo humano aunque la voz cantante la llevó Jaime, con su gracia proverbial. Entonces supe que Carlos y tú habíais colaborado en la revista "Chicas" - "porque de algo había que vivir" - la favorita de mi hermana Mari-Carmen.

Pasó tiempo y en tu noventa cumpleaños te hicimos un homenaje, los miembros de la Academia de Humor, en el que gran número de colegas tuyos te dedicaron viñetas y se expusieron en el Museo de Madrid. Allí te recordé nuestra común amistad con Carlos Clarimón.



Anteayer quise decirte adiós y rezar un Padrenuestro
en tu capilla ardiente, mas en mi cabeza revolotearon tus viñetas inolvidables, tu "Historia de la Gente" y solo pude sacar a mi boca una sonrisa añorante.

Hasta siempre, querido maestro, que Dios te bendiga por todo el bien que has hecho con tu obra ingente. Mi abrazo y mi inacabable admiración.