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Señor con sombrero, agradecido a la vida pese a todo lo que le ha tocado vivir. Otra vez solito en la vida ¡Viva Mercedes! ¡Viva Yo! ¡Viva Bimbo, mi fiel amigo! ¡Viva España!.

jueves, 31 de marzo de 2011

ALARCIA

Ayer escribí un comentario con este mismo título y, por uno de esos arcanos de la informática, se me borró todo el texto y la entrada aparece completamente vacía. Voy a tratar de reproducir lo escrito entonces.

ALARCIA es una de esas, tabernas, bares o cervecerías que entran de plano en las llamadas clásicas de Madrid, que para nuestra desgracia parece definitivamente clausurada. Era una de mis tabernas favoritas. A partir de las 13:30 hs., o sea de la una y media de la tarde, te servían las cañas de cerveza, las mejor tiradas de Madrid, con siete gambas siete, fresquísimas y buenísimas; la segunda ronda se acompañaba de bígaros de la mejor especie.
Los barmen - me apetecía el anglicismo - eran auténticos maestros en el arte del tirar la rubia bebida y hacían de su amabilidad y buen hacer verdadera profesión. 

Estaba situada en la plaza de Gala-Dalí, frente a la escultura realizada por el maestro, al lado del Palacio de los Deportes y colindante de la avenida de Felipe II, que Dios haya en su Gloria.

La clientela "de toda la vida" la componían los vecinos del barrio de Salamanca, los oficinistas de por allí y unas cuantas compradoras compulsivas de los productos de El Corte Inglés, también vecino.

A partir de aquella hora, el local se llenaba hasta los quicios de las puertas y el personal hablaba a voces, según la madrileña costumbre en este tipo de establecimientos; pero ni los gritos ni los roces ni siquiera los pequeños empujones, molestaban a nadie porque todo el mundo comprendía que se estaba allí para lo mismo, al reclamo de las cañas, las gambas y los bígaros.
Ahora las puertas de ALARCIA están cerradas y, aunque a la vera del local hay un bar de tapas bastante decente, la zona ha perdido algo; que ya no es lo que era, que ya no es lo mismo.
Recemos un requiem por ALARCIA, llenos de tristura y añoranza, con las palabras del poeta (siempre se dice el poeta cuando uno no se acuerda o no sabe quién fue):

"Mi calle ya no es mi calle, que es una calle cualquiera, camino de cualquier parte".

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