Un narcisista
Ayer leo en mi periódico un artículo referente al 40 aniversario de la taberna Casa Lucio. Que un establecimiento cumpla años, me parece bien, cuantos más cumpla, mejor. Pero el articulista se pasa siete pueblos en sus halagos al tabernero, ahora "restaurador". Dice que hace "los mejores huevos rotos del mundo", ni más ni menos ¡Hala! Se ve que no conoce una tabernita modesta de al lado: "El Almendro", donde preparan los huevos tan bien o mejor que en Lucio, con un precio infinitamente más asequible a todas las economías.
Por su parte, el del cumpleaños declara: "Somos monumento nacional" ¡Hala, otra vez! Mire usted, señor Lucio, monumentos nacionales son doña Paula Echevarría de Bustamante, doña Sara Carbonero de Casillas, las señoras Molina, desde la bisabuela a las más jóvenes, doña Carolina Cerezuela de Moyá, doña Paloma Cuevas de Ponce y un largo y ancho etcétera, etcétera, etcétera de etcéteras...
En cuanto a los mejores huevos rotos del mundo, los hace, sin querer presumir de ello, mi hija María Larroca de Llorente, según la receta y norma generales y hablando de normas, otro principalísimo monumento nacional es doña Norma Duval de Noséquién.
Mi conclusión es que este señor se ha querido convertir, en lo que a popularidad se refiere, en un nuevo pedrochicote, tabernero conocidísimo en la posguerra, que hizo estraperlo con la penicilina, bajo la aquiescencencia de su excelencia el generalísimo, quien, por cierto, le largó alguna gran cruz para hacerle excelentísimo señor.
Y dicho ésto - Manuel Fraga dixit - acabo. Repito, la mejor rompedora de huevos fritos es mi hija María. Amén.